miércoles, 28 de noviembre de 2012

NUESTRA HISTORIA - primera parte -



Nuestro padres Antonio Martínez Martínez y Manuela Fernández Morales, naturales de Doña María y Abla respectivamente, en la provincia de Almería, llegaron a Terrassa como tantos otros inmigrantes en busca de un futuro mejor y de un “cambio de aires” para mejorar la salud de nuestro hermano mayor, que por aquel entonces padecía frecuentes resfriados.

Se alojaron provisionalmente en la calle Hockey, en el barrio de Egara, en espera de poder construir su propio hogar, sin imaginar siquiera el revés que la vida les tenía reservado. 
Nuestra historia empieza, como la de tantas otras víctimas de esta tragedia, aquella fatídica noche del 25 de septiembre de 1962.


Era un día como tantos otros. Nuestro padre se fue a trabajar a la fábrica, trabajaba en la AEG, en el turno de tarde. Y nuestra madre se quedó en casa con los pequeños, Angel de 6 años y Antonio de 3 años y con nuestro abuelo José María, que había venido del pueblo para visitarlos porque los echaba mucho de menos.
Nuestra madre recuerda que todo empezó con una tormenta eléctrica con poca lluvia… de repente, un ruido ensordecedor como un gran golpe y la casa se vino abajo llenándose todo de agua. Sin saber cómo se encontró  colgada de una viga, con su padre agarrado a su brazo y el pequeño Antonio –al que nuestro abuelo pudo alcanzar a la luz de un relámpago al oírlo llorar – agarrado a sus piernas.. Al pequeño Angel no lo vieron, ni siquiera lo oyeron.. Sólo se oían los rezos y los gritos desesperados de nuestro abuelo al ver a su hija en semejante trance. Con la luz de un nuevo relámpago nuestra madre vio a lo lejos una tromba de agua que venía hacia ellos y sólo tuvo tiempo de decir : padre, no rece usted más que nos vamos todos…. 
El agua les arrastró, ella notaba como mientras rodaba, a pesar de los golpes y vaivenes, llevaba  agarrado con fuerza a alguien por la camiseta. No sabe con certeza si era su padre o su hijo menor, aunque cree que era el niño, hasta que notó que se le soltó de la mano y entonces se desvaneció. 

Su siguiente recuerdo es una luz tenue en la lejanía con alguien que haciéndole señales desde una ventana la llamaba. Sin saber qué pasaba ni dónde estaba como pudo se acercó .. Aquellas personas salvaron a nuestra madre. La lucha contra el agua le había arrebatado sus ropas y había llenado su cuerpo de heridas. Dos hombres la izaron como pudieron a través de la ventana, la pusieron en un colchón y la taparon con mantas..  Pero el agua seguía creciendo también en esa casa....  La dueña se le acercó y le dijo que tenían que salir de allí para intentar salvar a su familia, pero que enseguida que pudieran pedirían ayuda para que vinieran a buscarla, ya que nuestra madre, que estaba malherida y había perdido mucha sangre, no se podía desplazar. Se quedó en aquel colchón y su siguiente recuerdo es estar en el Hospital de Sant Llàtzer de Terrassa. Aquella familia pidió ayuda hasta conseguir que la fueran a buscar, salvándole así nuevamente la vida.

Nuestro padre salió de trabajar, ajeno al drama que acababa de vivir su familia. Compartió parte del camino con un compañero de trabajo que también era del pueblo. Al salir esperaron un poco a ver si cedía la lluvia, pero según recordaba este compañero, no esperaron apenas nada, porque nuestro padre empezó a intranquilizarse y se encaminó carretera arriba hacia su casa. También recordaba que conforme caminaba y a la luz de los relámpagos nuestro padre se alarmó: no veo la casa, no veo la casa,  no se ve la casa!!... el compañero le tranquilizaba: cómo no va a estar la casa Antonio, es que está muy oscuro y a lo lejos no se ve bien .. pero no pudo proseguir su camino, unos familiares salieron a su encuentro para impedírselo porque sus temores eran ciertos y donde estaba la casa ya no había nada.
¡Gracias a Dios que al menos me has quedado tú!!, exclamó al encontrar a nuestra madre en el hospital. Después inició un duro peregrinaje entre cadáveres hasta encontrar el cuerpo sin vida de nuestro abuelo, y el de su hijo mayor Angel.  Antonio, el pequeño, nunca apareció.
Eran muy jóvenes, nuestro padre tenía 31 años y nuestra madre 28 años, y esta tragedia truncó sus vidas para siempre.